lunes, 2 de febrero de 2009

Reflexión sobre la educación por competencias en México

No existe mal alguno para el hombre bueno,
ni cuando vive ni después de muerto
Platón
Lo primero que quiero decir, es que de todos los documentos que hemos leído hasta el momento, el de Xavier Vargas[1] ha sido el más interesante, no sólo porque cuestiona la trivialización de la educación por algunos escritores y operadores de la educación, sino por la profundidad con que aborda la incursión del concepto de competencias en la praxis educativa, me refiero a que la mayoría de los textos que se nos han presentado, parten del supuesto de que la concepción de competencia es benéfica en sí misma para la solución de los problemas que hay en torno a la educación, sin embargo el autor citado presenta una serie de problemas epistemológicos, éticos y pedagógicos para incorporar la concepción de las competencias en la esfera de la educación.
La cuestión central de su disertación, es saber si los fines de la educación se deben reducir únicamente a los fines del mundo empresarial, a propósito de la introducción del concepto de competencia en el ámbito educativo, o bien si es menester que la praxis educativa supere los límites impuestos por las exigencias laborales del mundo empresarial.
Es claro que del problema central se derivan muchos otros, unos muy evidentes, y otros no tanto pero con mucha importancia: por ejemplo, algo que anuncia y que he estado constatando en la institución en la que ejerzo mi profesión, son las dificultades que están teniendo los profesores para asimilar la concepción de la educación por competencias. Hace unos días, en el plantel se ofreció un curso para que los docentes comprendieran el nuevo enfoque educativo (sólo asistí a algunas sesiones), y bueno ni el instructor tenía claridad sobre lo que hablaba.
Otros problemas que se derivan de la cuestión central, y que obliga a nuestro pensamiento a ser más especulativo y reflexivo son conceptos de uso común (los términos también se gastan con el tiempo y resulta necesario volverlos a allanar), tan común que damos por supuesta su comprensión. En el documento se presentan los siguientes conceptos claves para volverlos a hacer claros: aprendizaje, aprendizaje significativo y aprendizaje situado, todos ellos dentro del marco de la comprensión de las competencias[2]. Estos conceptos no son elegidos al azar ni arbitrariamente, sino que representan el camino teórico para dar salida al problema básico.

El primer concepto problemático, es el de competencia, el cual hace referencia de manera directa a la actividad deportiva y empresarial, el cual se asocia a una actividad puramente operativa y de eficacia material, lo cual viene a ser una camisa de fuerza para el libre especular de la actividad académica. Sin embargo he de mencionar que estas ataduras se vienen realizando desde el advenimiento del pensamiento moderno[3] en el s. XVII, pero parece ser que con el desenvolvimiento del nuevo liberalismo globalizante, lo que desean los dueños del capital para la mayoría de los seres humanos, no es tanto una educación formativa amplia y libre, sino que pretenden una simple capacitación para hacer más eficientes a los seres humanos dentro de de los centros de trabajo. Se cita a Ronald Bernett para afirmar que la competencia académica está siendo sustituida por la competencia operativa empresarial dentro de las escuelas, pero creo que en México el caso es más grave, porque ni siquiera se está experimentando dicha sustitución, porque de facto en la nueva currícula para el bachillerato, se están implementando únicamente competencias para el trabajo, dejando en completo desamparo a las competencias estrictamente académicas. En el Colegio de Bachilleres, por ejemplo[4] estuvo a punto de desaparecer la disciplina reflexiva y crítica por excelencia, me refiero a la filosofía. ¿Por qué? Porque las autoridades neoliberales la consideraron inútil, y ciertamente es inútil, pero la falacia descansa en equiparar utilidad con importancia[5], es decir para los teóricos de la concentración de la riqueza, lo único valioso, es toda aquella actividad que incrementa su riqueza, pero afortunadamente desde tiempos remotos y hasta la actualidad existen argumentos sólidos que han desenmascarado dicha falacia, tal como el documento en cuestión lo deja ver de manera esquemática cuando hace la distinción entre competente y competidor[6]
Efectivamente, la distinción que hace el autor entre competente y competidor, es inteligente y creativa, empero tal como se señala, es fácil caer en la tentación “de promover en los estudiantes el individualismo profesional bajo el falso supuesto de que sólo siendo un buen competidor se puede ser competente”[7] En mis comentarios al documento y en otro escrito para esta especialidad he sostenido que para no caer con tanta facilidad en el falso supuesto en lugar de utilizar el término competencia, podría usarse el de excelencia tal como la comprendieron los griegos de s. IV a.c. pues existe una gran semejanza semántica entre el concepto de competencia académica y el arethé (excelencia o virtud) griego.
El concepto de competencia empresarial, implica un modo de interactuar con el mundo y la naturaleza sin comprenderlo, a tal punto que en la actualidad estamos a punto de destruir el equilibrio cósmico y con ello toda forma de vida sobre la tierra, algo que Nietzsche ya había anunciado en su famosa frase, “Si Dios está muerto, entonces todo está permitido”[8]
El autor del documento nos propone recuperar el sentido prístino del concepto competencia, con la finalidad de reorientar la actividad académica de las escuelas, y para ello es necesario que las autoridades educativas resignifiquen dicho concepto antes de llevar a cabo cualquier cambio curricular, pero desafortunadamente en México no está ocurriendo eso, pues la principal autoridad de la educación sólo es una operadora política, interesada más en el éxito empresarial que en la implementación de una educación bien fundamentada. En el documento se nos dice que no necesariamente debe haber divorcio entre una capacitación para el trabajo y una educación reflexiva, especulativa y crítica, pero para que esto acontezca se debe hacer una revisión de conceptos claves del estructuralismo dentro del marco de la competencia académica. Por ejemplo, el llamado aprendizaje significativo, es puesto en evidencia, pues en el documento se sostiene que todo aprendizaje, si es auténtico aprendizaje es ya de suyo significativo, y que es un error pensar que el conocimiento memorístico y discursivo no son significativos, y que sólo lo es el que es operativo. De hecho, en la actualidad, nuestros jóvenes presentan graves problemas de concentración de tal suerte que no son capaces o competentes para memorizar una simple oración, o en todo caso el seguir un discurso de manera lógica o coherente. De hecho las grandes aportaciones del ser humano descansan y se conservan en los límites del discurso, hablado o escrito, ¿será por eso que Heidegger dice que la morada del hombre es el habla, y que sus guardianes son los poetas y pensadores?[9] De modo que lo que hagamos con el habla, no lo hacemos a nosotros mismos: Si lo negamos nos negamos a nosotros mismos, si lo revaloramos nos revaloramos a nosotros mismos.
Otro concepto que es preciso repensar, es el relativo al aprendizaje situado, pues sólo piensa la situación como un sitio físico, y que la situación es mucho más compleja que un simple espacio físico. Para ampliar la riqueza de la comprensión de la situación, el documento rescata la noción de ser en el mundo del dr. Xavier Zubiri, pero quiero aclarar que Zubiri es uno de los filósofos de habla castellana que se encargó de traducir buena parte de la obra de Heidegger al español, y que el concepto del sitio o ser en el mundo es comprendido por Heidegger como una estructura existenciaria del ser-ahí (el ser humano), es decir, el sitio o la situación, no es fundamentalmente un espacio físico sino una comprensión ontológica del mundo, por ejemplo, dos hombres pueden estar en un mismo lugar, pero sus sitios pueden estar infinitamente distantes el uno del otro. Este punto es crucial para el proceso de enseñanza, pues en el documento se cae a la cuenta que el profesor no es en facilitador o mediador del conocimiento del estudiante, tal como muchos educadores lo han entendido. En otros términos, el profesor no puede motivar desde fuera al estudiante, más bien el estudiante se interesa por un nuevo aprendizaje desde su interior, y el papel del profesor consiste en espolear dicho interés según el sitio ontológico del estudiante. Por otra parte el profesor tiene como tarea abrir las posibilidades reales de que el estudiante construya su conocimiento. Ahora bien, en sentido estricto, el autor del documento ya no habla de construcción de conocimiento, sino explanación de de competencias. La resignificación de los conceptos constructivistas, es para ya no hablar de conocimientos sino de competencias: “nuestra hipótesis: las competencias no se adquieren, ni se construyen de pronto y de la nada, sino que se desarrollan a partir de organizaciones de esquemas de acción anteriores, de la misma manera que los nuevos conocimientos no se construyen, sino a partir de unos conocimientos anteriores”[10]
En suma, si bien es cierto que en el documento no se acepta de manera acrítica una educación por competencias, tampoco es rechazada como algo demoniaco, esto es, se acepta una educación por competencias en un sentido amplio, y no en un sentido restringido empresarial. En el sentido amplio del término, se considera la utilidad de una capacitación operativa, pero revalorando un conocimiento teórico así como la importancia de la acción moral. El fin no justifica los medios.
Aprehender competencias “implica el hecho extraordinario de que al elegir una acción como aquella que ha de fomentar el desarrollo de una competencia, tanto el maestro como el estudiante, están eligiendo una manera de estar en el mundo, y así, una manera de construirse a sí mismos, pues eligiendo tal acción, están al mismo tiempo optando por una apropiación del mundo de una determinada manera”[11]
[1] Vargas, Xavier. El aprendizaje y desarrollo de las competencias. El documento no dice más sobre su publicación, ni tampoco quién lo comenta.
[2] También hubiera sido importante una exposición sobre el denominado pensamiento complejo, pues cada vez es más frecuente su uso en ámbito de las competencias al mismo tiempo que su incomprensión. El francés Edgar Morin, es uno de sus precursores.
[3] Consúltese la primera parte del Discurso del método de Descartes.
[4] En la semana pasada se nos presentó en unas mesas de trabajo el lugar que va a ocupar la filosofía dentro del bachillerato.
[5] A este respecto se puede consultar la Metafísica de Aristóteles, lb. I, cp. I y II, y en Ética nicomaquea a lo largo de toda la obra, y en Heidegger en toda su obra, pero principalmente en ¿qué significa pensar?
[6] Ídem, p.2
[7] Ídem, p. 3
[8] La frase está anunciada en La ciencia jocunda
[9] Consúltese las primeras páginas de la Carta sobre el humanismo. Existen varias ediciones.
[10] Ídem, p.18
[11] Ídem. P. 27